viernes, 15 de marzo de 2013

La Metalectura. Aplicamos técnicas de control y autoregulación


Lectura y análisis del texto

El viaje sobre el tiempo o la lectura de los clásicos

Adaptación

Carlos García Gual, catedrático de Filología Griega, considera que la crisis de las humanidades se nota más en las aulas, pero no es sólo un fenómeno escolar, sino que "se trata de una crisis de la lectura y de la relación con el pasado". En la segunda conferencia del ciclo La educación que queremos, organizado por el Grupo Santillana, García Gual analizó la trascendencia de la lectura de los clásicos para una formación integral y como fuente de un "inmenso placer". Éste es un extracto de la conferencia (texto completo, en www.elpais.es/p/d/debates/educa2.htm).

El arte de leer y reinterpretar esos textos inolvidables desde nuestra perspectiva sigue siendo el más sólido e ineludible fundamento de la formación humanística, una educación que está marginada y angustiosamente amenazada por presiones pragmáticas, urgencias sociales y modas pedagógicas. De modo que la enseñanza de humanidades, en un tiempo prestigiosa, está en honda y extensa crisis. Tal vez se nota más en nuestras aulas, pero no se trata sólo de un fenómeno escolar. Se trata de una crisis amplia de la lectura y de la relación con el pasado. Es el pasado el que ha perdido prestigio.

Lo que ha consagrado y define como clásicos a determinados textos y autores es la lectura reiterada, fervorosa y permanente de los mismos a lo largo de tiempos y generaciones. Clásicos son aquellos libros leídos con una especial veneración a lo largo de siglos. Un libro clásico es un texto enormemente sugestivo, que invita a nuevas relecturas. Italo Calvino, en un estupendo ensayo recogido en su libro Por qué leer a los clásicos, daba 14 definiciones. Me gusta especialmente la que dice: "Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir".

El misterioso atractivo fundamental de esos textos reside en su inagotable capacidad de sugerencias. Siempre se puede encontrar en ellos algo nuevo, sugerente y aleccionador. Frente a tantos y tantos libros sólo entretenidos, ingeniosos, eruditos o muy doctos, pero de un solo encuentro, frente a tantos papeles de usar y tirar, los textos literarios se definen por admitir más de una apasionada lectura. Y los clásicos invitan a relecturas incontables.

Se puede calificar a los libros clásicos como "la literatura permanente" -según frase de Schopenhauer-, en contraste con las lecturas de uso cotidiano y efímero, en contraste con los best sellers y los libros de moda y de más rabiosa actualidad. Suelen llegarnos rodeados de un prestigio y una dorada pátina añeja, pero conservan su agudeza y su frescura por encima del tiempo. Son los que han pervivido en los incesantes naufragios de la cultura, imponiéndose al olvido, la censura y la desidia. Algo tienen que los hace resistentes, necesarios, insumergibles. Son los mejores, libros "con clase", como sugiere la etimología latina del adjetivo classicus.

Pero eso no significa que esos textos se sitúen más allá de la historia, sino que su recepción, su fulgor y permanencia dependen de la estima más o menos constante de sus lectores y, por lo tanto, de las alternativas del gusto. Si se han mantenido como clásicos es porque siguen diciendo algo valioso a muchos, como una parte del "capital cultural" de una lengua o una nación o una cultura.

No todos los clásicos poseen igual grandeza ni paralelos atractivos o idénticos méritos, y no todos están situados a la misma distancia, en el tiempo y el idioma, de la sensibilidad del lector. Podríamos insinuar aquí una distinción sencilla entre los clásicos universales (aunque queda bien entendido que "universales" quiere decir los de nuestra civilización occidental) y los nacionales (en los que el uso del propio idioma resulta un rasgo decisivo para su valoración).

Entre los primeros tenemos a Homero, Esquilo, Platón, Virgilio, Dante, Shakespeare, Cervantes o Molière. Son los gigantes de la literatura, cuya obra se alza esplendorosa por encima de su lengua, época y nación.
Los nacionales son los mejores representantes de una lengua y cultura, pero cuya grandeza resulta mejor valorada en su propia tradición cultural. Su uso del idioma los ha convertido en referencias indispensables de la escuela y la literatura nacional. Son Quevedo, Góngora, Chaucer, Sterne, Corneille, Racine, Schiller o Pushkin.
Y quizás podemos abrir una tercera lista, del todo subjetiva, de los clásicos que calificaríamos de "personales". Como decía Calvino, son los que con amor has seleccionado como "tus" clásicos, aquellos que uno considera amigos.
Leer clásicos procura no solo conocimiento, sino también un variado, vivaz, inmenso placer.

Comunicación 5  -  Santillana, pp. 12-13. García Gual, C. (1998,27 de octubre) El viaje sobre el tiempo o la lectura de los clásicos. El País, pp. 36-38 Adaptación

Técnicas de control y autoregulación

Adaptación de Metacognición y educación. Mateos, M. Aique. Buenos Aires. 2001, para las alumnas de Quinto de secundaria 2013 de la I.E. Sagrado Corazón de Jesús, Piura, Perú.